Parsifal

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Danzante 1

sábado, 10 de abril de 2010

jueves, 5 de noviembre de 2009

Tribus de ayer, y de hoy


Antes éramos Chibchas, Incas, Mayas, Apaches, Iroqueses,
Caribes, Aztecas, Muiscas, Patagones, Cheyenes, Taironas, Guanes, Sinúes, Comanches, Nazcas, Mochicas, Tolimas, Calimas, Quimbayas, Chimúes… ¡uff!, y otras tantísimas tribus de indígenas que fuimos siendo extinguidos por la naturaleza y por otros seres humanos y que en alguna era de la historia poblamos la América entera desde el polo norte hasta la Patagonia, durante años, años y años en los que sembramos de mil bellas culturas esta parte del planeta Tierra.

¿POBLAMOS?

Sí; ¡poblamos!, porque los de hoy somos los mismos de ayer, un poquito cambiados: ahora tenemos barba y bigote, somos un poco más altos, nos ha ido naciendo vello en las piernas, el pelo se nos ha ondulado y nuestra piel ya no es sólo dorada sino de todos los colores: rosada, café, amarilla y hasta verde cuando nos da envidia. Todo esto por culpa de, o mejor gracias a tantas mezclas de sangres y razas y culturas que también y desde siempre han sido producto de otras mezclas: mongoles, indígenas, moros, normandos, españoles, indios de la India, negros del África, azules de la Atlántida, morados de la ira, etc.

¿QUÉ SE HICIERON LAS TRIBUS INDÍGENAS?

Quedamos unos cuantos; en Colombia, por ejemplo, nos llamamos Kogis, Ticunas, Noananás, Guambianos, Arhuacos, Tunebos, Emberás, Paeces, Yurutíes, Witotos, Cunas, Cuibas, Motilones… en fin, más de 80 tribus tratando de sobrevivir al embate de los tiempos modernos.

¿Y LAS TRIBUS URBANAS?

Ah, esas las conformamos otra clase de indígenas: ahora nos hacemos llamar Rastafaris, Skeaters, Dragones, Metaleros, Trashers, Góticos, Darks, Skinheads, Narutards, Chicos Ninja, Chicas Drama, Ecchi Románticos, Hentai Masters, Vishuals, Gokus, Mechas, Emos, Otakus, Rockeros, Hardcoreros, Punks, y hasta Bloggers, que conforman una tribu virtual.

¿SOMOS INDÍGENAS LOS DE LAS TRIBUS URBANAS?

La verdad es que lo único que conservamos de esa cultura ancestral es lo de Tribu; muy poco nos queda de indígenas aunque, como decíamos antes, tenemos en la piel y en la sangre de todo un poco. Entonces no es lo indígena lo que nos caracteriza como Tribus; quienes estudian el tema, afirman que lo que nos da el carácter de Tribu es nuestra necesidad de agruparnos en torno a ciertas creencias, gustos, costumbres, músicas, estilos de vida, formas de ser, de vestir, de estar y de hablar.

¿ALGO MÁS?

¡Mucho más! Quienes estamos en alguna tribu urbana generalmente somos muchachos y muchachas que no pasamos de los veintitantos y que no tenemos menos de diecipucho, o catorquincialgo. Nos gusta formar parte de una tribu porque es como encontrar refugio y al tiempo compañía; es una forma de escapar a la soledad, pues compartimos todas esas cosas que nos unen y que al mismo tiempo nos diferencian de la gente que tiene otros gustos, otras formas de ser, otra manera de vivir la vida. También es un modo de ser alguien para que alguien nos note, nos admire y nos respete. Y finalmente, es algo que nos permite consentirnos, que nos ayuda a encontrar afecto.

ESO DE LA VIOLENCIA…

¡Calla esos ojos! Los integrantes de las tribus urbanas no somos necesariamente gente violenta; es más, la mayoría somos lo contrario. Es un verdadero prejuicio pensar que quien pertenece a una tribu urbana es un ser violento. Las personas violentas lo son no porque formen parte de una tribu, de un club, de un grupo de amigas y amigos, sino por muchas otras razones, historias y circunstancias personales que aquí no alcanzamos a contar. De hecho, los seres más violentos son generalmente gente solitaria y falta de afecto. Definitivamente, y con excepción de algunas tribus que usan como forma de vida la violencia, las tribus urbanas no somos violentas.


¿Y SI NO TENEMOS TRIBU?

No es obligatorio ni necesario ni urgente hacer parte de una Tribu Urbana, ni ser hincha de un equipo de fútbol, ni miembro de un partido político, ni fan de un cantante, ni adepto a una religión. Quienes no nos hemos matriculado, al igual que los demás, formamos parte de la gran Tribu de la Humanidad.

Brujas, la ciudad de chocolate






Entrar a la ciudad de Brujas, en Bélgica, es sentirse como quizás se sintieron Hansel y Gretel cuando, habiendo sido abandonados por su padre y su madre y después de vagar perdidos por el bosque, agotados y hambrientos llegaron a la casita de techos de chocolate, paredes de azúcar y ventanas de mazapán. Caminar por Brujas es como estar en la parte feliz de ese cuento infantil, o de cualquier otro cuento, digamos uno de esos clásicos europeos que nos hablan de bosques y de hadas, de casitas embrujadas, de animales que parlotean, de puentes encantados, de riachuelos que cantan y de montañas y montañas de golosinas fantásticas.

Eso tiene mucho sentido, pues Brujas, o Brugges, —que traducido del belga al español no debería ser Brujas sino Puentes—, es una de las ciudades europeas que mejor conserva los estilos arquitectónicos del período comprendido entre los últimos años de la Edad Media y los primeros de la Edad Moderna; estar en Brujas es entonces también como viajar hacia el pasado y remontarse 3, 4 y 5 siglos atrás, para imaginar cómo era y como vivía la gente flamenca de ese entonces, pero sin las hambrunas y las pestes y las guerras que por esos tiempos padeció el entonces llamado condado de Flandes. Por eso, por la ausencia de tragedias es que, si nos vamos a Brujas con la mente abierta, el espíritu contento, la mochila al hombro, y nada más, el paseo nos llevará sólo hasta la parte feliz del cuento. ¿Será que hacen falta las tristezas para estar completos? ¡Mmm!


¿OTRA VENECIA?




Si hablamos de Venecia no es que estemos subiéndonos al tren para irnos de Brujas; lo que sucede es que Venecia es quizás la ciudad europea que más fama tiene dentro de las que, sin ser islas, tienen medio cuerpo metido en el mar; y eso hace que las crucen canales de agua e innumerables puentes que les dan un encanto especial. Pero lo que queremos contarles, por si no lo saben, es que Venecia no es la única ciudad europea con esas características; por ejemplo Amsterdam, la capital de Holanda, es muy similar, lo mismo que Estrasburgo al norte de Francia, o San Petesburgo en Rusia, para nombrar sólo algunas. Entonces, por la pereza de imaginar, a más de una ciudad parecida la llaman en Europa, por ejemplo, La Venecia del Norte, como en el caso de Brujas. Pero para nosotros, y por más canales y puentes que tenga, Brujas es Brujas, con su propio estilo y con su propio encanto, y sólo se parece a sí misma… bueno, y un poquito a la casa de chocolate de Hansel y Gretel.

¡A CAMINAR SE DIJO!
Brujas es una ciudad chiquitica, tanto que no la habitan más de doscientos mil residentes, aunque la visitan millones durante el año. Incluso podríamos decir que, en proporción a su tamaño y al número de sus habitantes, Brujas es la ciudad más turística del mundo, pues teniendo apenas 50 kilómetros de radio es una de las 20 ciudades más visitadas del planeta, disputando este favoritismo con metrópolis del tamaño de Londres, París y Nueva York. Y una de las cosas ricas de esta pequeña ciudad belga es que se puede recorrer a pie, aunque también circulan taxis, autobuses, carros particulares y muchas bicicletas.

¿QUÉ HACER EN BRUJAS?
Nuestra recomendación es que, al llegar en la mañana, empieces a recorrer la ciudad a pie por sus callecitas, muchas de ellas empedradas; no dejes de pasar por sus incontables puentes, especialmente por los más antiguos, que atraviesan el canal Groenerei – Steenhouwersdijk. Después, si te cansas de caminar, puedes alquilar una bici para seguir recorriendo la ciudad, y especialmente para ir a algunos de los parques, como el Graaf Visartpark, que se parece al parque del Amor de Cali en que cuenta con un circuito de señales para que los niños y niñas conozcan las normas de tránsito. También está el Minnewaterpark, un parque contiguo al Lago del Amor; si vas en verano a lo mejor te toca un buen concierto en ese parque. Después, si te gusta el arte y la historia, empieza a visitar los museos que más te llamen la atención. Finalmente, con ese dolorcito que queda en las plantas de los pies de tanto andar, dedícate a contemplar, al atardecer, los cientos de años de historia que resbalan por las paredes de las antiquísimas construcciones, y observa las huellas que ha dejado el tiempo en toda la ciudad. Si has leído algo de la historia de Europa el paseo será mucho más divertido.


ALGUNOS SITIOS CLAVE

 Además de la plaza de mercado, que para nosotros es imprescindible visitar en cualquier lugar del planeta, te sugerimos subirte a la torre Belfry, que en lo alto tiene un reloj con apenas 47 campanas (¿te imaginas?); allí tendrás una bella panorámica de la ciudad. También puedes ir al Lago del Amor, al sur de Brujas, y mientras contemplas el agua piensa en la tristeza de la pobre muchacha que, según la leyenda, murió en ese lugar por esconderse de su padre, quien le había prohibido encontrarse con su novio. Pero volviendo a los edificios viejos, no dejes de ir al Museo Arqueológico, en donde sentirás todavía más fuerte el efecto de estar viviendo una época ya muy lejana. También, para contrastar, puedes visitar el Concertgebouw, que es el salón de conciertos más grande de Brujas y es también la construcción más moderna de la ciudad. En fin, estos son sólo unos cuantos lugares de los muchos que se pueden visitar.

AL VOLVER…

Lo más importante a tu regreso es que no olvides traernos un bombón de chocolate; la única dificultad en ello es que tendrás que escoger entre casi 500 especies de chocolate tipo praliné, pero ten la seguridad de que cada vez que nos veamos te lo volveremos a agradecer.


martes, 3 de noviembre de 2009

¡Por fin manejé un kart!




Por: Olga Sofía Concha Ospina (Seudónimo)

Querido diario; hoy manejé por primera vez un kart. ¡Fue increíble!; tanto, que me monté tres veces. La primera vez, de los nervios no podía controlar el timón. Sé que era una carrera, pero lo único que me interesaba era que el carro me obedeciera. Todo el mundo me pasaba, y cuando no podían porque íbamos en una curva yo sentía como si me resoplaran en la nuca, y de los nervios el carro se me iba para un lado y para el otro, hasta que se apagó. Tuvo que venir alguien a ayudarme y me vio tan asustada que se montó en la parte de atrás, agarró el timón y me dijo: “tranquila mija, sólo hunda el acelerador”. Así dimos una vuelta, y de la misma frustración los nervios se me fueron pasando, pero cuando ya me estaba emocionando se acabó la carrera.  

Me bajé y mi padre me esperaba con los brazos abiertos y con una sonrisa de oreja a oreja, como si hubiera ganado el campeonato mundial de la fórmula 1. Bueno, él es así y yo trato de entenderlo. Lo cierto es que yo estaba feliz de haber montado en un kart, pero al mismo tiempo me sentía frustrada, pues sabía que habría podido hacerlo mejor. Entonces aproveché que mi papá estaba distraído intentando hacer escupir a una llama (hasta que la encargada del animalito le tuvo que decir que “por favor, señor, no la estrese más”), y le dije a mi papá que quería montarme otra vez en los karts. Tal como lo había calculado, por estar pensando en el regaño que le habían dado ni supo lo que yo le estaba pidiendo; se metió la mano al bolsillo y me dio un billete de 20. Esta vez la cosa funcionó mucho mejor, y apenas dieron la orden de arrancar hundí el acelerador hasta el piso. Yo estaba de segunda en la fila y no sé si el que iba de primero se había ido lejos o se había quedado atrás; lo cierto es que cuando me di cuenta no había nadie delante de mí, o sea, ¡IBA DE PRIMERA!; me emocioné tanto que perdí el control del carro y fui a dar contra una llanta al borde de la pista. Quedé mirando hacia atrás, y vi que los demás carros se venían hacia mí a toda velocidad; lo único que se me ocurrió fue cerrar los ojos, taparme los oídos y esperar el fin del mundo, pero, no me explico cómo, nada pasó. Sencillamente alguien había enderezado mi carro. Como quedé un poco atortolada y el carro se me había apagado de nuevo, otra vez me ayudaron a dar una vuelta, y después, sintiéndome culpable pues por mí casi ocurre un superaccidente, me fui despacio y me resigné a ver cómo los demás iban pasándome; cuando ya me iba a poner a llorar, se acabó la carrera.

De nuevo estaba mi lindo papá esperándome con los brazos abiertos y con una sonrisa más grande que su misma cara; claro que esta vez tenía en su mano un helado de fresa y pistacho, y me senté a su lado a saborearlo dispuesta a olvidarme para siempre del mundo del automovilismo. Pero algo dentro de mí, además del corazón, seguía palpitando. Yo me conozco bien: era esa espinita que se me había quedado clavada, y no me iba a quedar tranquila hasta que me la sacara. Empecé a diseñar un plan; esta vez no podía fallar. Cuando le dije a mi papá que iba a montarme de nuevo, me miró extrañado como diciendo “¿qué tripa se te torció!”. Lo miré con mi mirada de “no me pidas explicaciones, ya lo entenderás” (¡no me falla nunca!). Ya tenía listo mi plan. Me tocó casi de última en la fila, y eso me alegró. Dieron la orden, se oyó el estruendo de los motores arrancando a mil, y de inmediato me recosté en el espaldar, incliné un poco mi cabeza hacia atrás, relajé mis músculos y empecé a soñar que volaba en un planeador.


El viento me acariciaba la cara, rozaba con mi nave silenciosa las copas de los árboles, los pájaros me acompañaban silbando a mi alrededor, el carro era mi amigo y juntos íbamos de un lado al otro de la pista sin que nos importara la prisa y los gritos de los demás ni su desesperado afán por ocupar el primer lugar. Cuando llegué a la meta ya todos habían bajado de sus karts. Mi padre me miraba extrañado, y no sabía si abrazarme o salir corriendo. Yo le acaricié la carita para tranquilizarlo, y lo abracé largamente, feliz de haber disfrutado por fin, y al máximo, mi primera aventura en los karts.

No es el color de piel, sino el calor humano

    







¿Sabes de quién vamos a hablar?
Del hombre vivo más famoso del mundo: Barack Obama, presidente de los Estados Unidos de América. Hay quienes creen que lo que lo hace tan famoso es que es el primer presidente negro de EE.UU. No estamos de acuerdo: creemos que su fama proviene de que al parecer es un «buena gente», un ser con muchas virtudes, lleno de amor por la vida y con una forma especial de pensar al mundo. Bueno, también es famoso por ser el primer presidente negro de EE.UU.


¿De dónde salen los «buena gente»?


Ojalá lo supiéramos. En el caso de Obama, su amor por la humanidad parece venir de lo diversas que son sus raíces: nació en Hawái, su padre era africano, y su madre norteamericana; desde muy niño tuvo un padrastro indonesio, y sus primeros veinte años transcurrieron entre Yacarta, Honolulu, Los Angeles y Nueva York. También se dio sus paseítos por Europa y alguna vez fue a conocer a sus parientes en Kenia.


La clave: el respeto a la diversidad
Según cuentan, este hombre sencillo, inteligente y sensato, respeta profundamente las diferentes formas de pensar, de sentir, de creer. Es lógico: su padre era musulmán, su madre era hija de metodista y baptista, y su padrastro no creía en la utilidad de las religiones; sin embargo, Obama es creyente y practicante de su fe religiosa. Parece ser que toda esa mezcolanza de pensamientos y creencias han hecho germinar en él un gran sentido del respeto por las ideas de los demás. De hecho, una de sus propuestas es «buscar la unidad en la diversidad».

Entonces, lo eligieron
Lo anterior, sumado a que Obama no cree en la guerra sino en el diálogo, y a que ha identificado muchas de las cosas que es necesario cambiar para que el mundo marche mejor, ha dado lugar a que sea elegido presidente.



Pero… ¿por qué tanta bulla?

Porque todo es según el color, pero no de la piel, sino del cristal con que se mira. Sucede que EE.UU. acaba de atravesar una de sus peores épocas, por culpa del turbio cristal con el que el ex presidente Bush miró a su país y al mundo: inventó guerras, arrasó pueblos, permitió torturas, vulneró derechos, fue indiferente frente al calentamiento global y, aún no contento, destrozó la economía de su país. Mejor dicho, lo dejan otro par de meses y, como decía mi abuela, acaba hasta con el nido de la perra. Obama, en cambio, ha denunciado esos errores, ha prometido rectificarlos, ha reconocido que EE.UU. se equivocó al creer que podía hacer con el planeta lo que quisiera, y ha entendido que el verdadero liderazgo es el que se ejerce con humildad y con sabiduría, no con arrogancia ni con prepotencia, y mucho menos con violencia.


Esperemos pues


Sí; esperemos que esa luz de esperanza que Obama encendió no se apague, y que sus tales virtudes sean ciertas, y que practique lo que predica… en fin, que siga siendo el mismo presidente al que el mundo le dio la bienvenida con tanto alborozo. Así sea.

Josep, el pulpo






¿QUIÉN ES JOSEP?


Josep es un pulpo catalán, nacido en Barcelona a comienzos del 2008. Vive apaciblemente en el Aquarium de su ciudad, y no se preocupa más que por recibir su dosis diaria de pececitos, crustáceos y moluscos. En las costas de donde procede su especie (Islas Canarias, oriente de África y occidente de Suramérica y Centroamérica), los pescadores le dicen pulpo común, porque hay muchos; o pulpo roquero, no porque le guste el rock, sino porque le encanta posarse sobre las rocas. La gente de la ciencia le dice octopus vulgaris, porque tiene ocho tentáculos y es el más común de los moluscos cefalópodos.


¿Y QUÉ ES UN MOLUSCO CEFALÓPODO?



La palabra molusco viene del latín molluscus, que significa blando; y así se les llama a los animales invertebrados, pues por no tener huesos ni vértebras son blandos como un cojín. Los cefalópodos son animales cuyos pies están conectados directamente con su cabeza. En el caso de Josep, y de todos sus hermanos, primas y demás parientes, ese pie, tan propio de los moluscos, se subdivide en ocho tentáculos que nacen alrededor de su boca, y cada tentáculo cuenta con dos hileras de ventosas, que son como chupas que le sirven para adherirse a las rocas y para atrapar a sus presas.





JOSEP ES UN TRASNOCHADOR


A Josep no le gusta salir de día, entre otras cosas porque hay muchos peces predadores al acecho; entonces fabrica su propia casa entre las rocas y la cierra con cuanta cosa encuentra (piedras, conchas, etc). Cuando el pulpo llega a la adultez, se vuelve solitario y meditabundo, y sólo busca la compañía de sus congéneres en las épocas de apareamiento —primavera y otoño, principalmente—.

JOSEP ES UN SER ANTIGUO Y CALUMNIADO

Desde hace muchos siglos se tienen noticias sobre los antepasados de Josep. Existen figuras de pulpos grabadas en piedra hace cerca de cinco mil años. Pero al parecer, su imagen se ha visto afectada por las fantasías de ciertos hombres ávidos de aventuras y misterios, quienes en lugar de ver a un inofensivo y pequeño animal, han visto a un gigantesco tragón de humanos. En los tiempos de la antigua Grecia, por ejemplo, se tenía la idea de que había pulpos descomunales y hambrientos que devoraban hombres y embarcaciones. Así lo da a entender el famosísimo Homero en su Odisea, quien describe a una especie de engendro marino que engulle con furioso placer a seis amigos de Ulises. Todo parece indicar que ese monstruo era un pulpo tan enorme que se comió a los hombres con barco y todo. ¿Será que le creemos a Homero?

LA VERDADERA IMAGEN DE JOSEP



Josep mide unos 70 cms. Tiene hermanos más grandes y más pequeños, pero ninguno ha llegado a medir más de dos metros, con sus tentáculos estirados; el pulpo más gordo no ha pesado más de 10 KG, aunque no faltará quién diga que los ha visto más grandes y más hinchados. Como dijimos antes, de la cabeza de Josep se desprenden sus ocho tentáculos; los dos primeros son más cortos que los demás, y los más largos son los laterales. Uno de sus tentáculos le sirve al pulpo para fecundar a la hembra inyectando bolsas de espermatozoides, en una cópula que puede durar más de una hora. La estructura de los ojos de Josep es muy similar a la de los ojos humanos, y puede ver bien de cerca y de lejos, aunque sus pupilas son rectangulares y distingue pocos colores. Su cabeza se parece a un talego, y en él carga su cerebro. Quienes lo han estudiado afirman que este blando animalito se asemeja en sus facultades mentales a un cachorro de perro.


JOSEP DICE LO QUE SIENTE



Josep no puede decir mentiras, porque el color de su cuerpo lo delata, ya que depende de su estado de ánimo; así, si palidece es porque tiene miedo, si se pone azul es porque está nervioso, y si enrojece es porque está enfadado. Claro está que también cambia voluntariamente de color en cuestión de segundos para mimetizarse con su entorno y evitar así el ataque de sus predadores. Y si eso no le da resultado, lanza su tinta para enturbiar el ambiente, escabullirse y ponerse a salvo.


LOS PULPOS NO COMEN HUMANOS,
SINO AL CONTRARIO
Somos los humanos quienes nos comemos a los pulpos; de hecho, por su altísimo valor proteínico, durante muchos siglos el pulpo ha sido básico en la dieta mediterránea, que es una de las dietas más saludables y sabrosas de que se tenga noticia a este lado del mundo. El problema es que, como pasa casi siempre, desafortunadamente los intereses comerciales pesan más que los intereses ecológicos, y hoy en día se está pescando más pulpo del que debería pescarse. Además, como el pulpo joven está más al alcance que el adulto (más cerca de la superficie), se le está prefiriendo más, y eso afecta la reproducción futura del animal. En conclusión, no es que el pulpo sea una especie en vía de extinción, sino que está sobre-explotado, lo que afecta negativamente al ecosistema. En todo caso, aunque no lo pesquemos para comérnoslo, nuestro amigo Josep tiene sus días contados, pues por la naturaleza de los pulpos no vivirá más de dieciocho meses; y ya tiene catorce.

miércoles, 21 de octubre de 2009